martes, 10 de diciembre de 2013

Balada para Diosas de espuma

I

Más allá de las casas de papel improvisadas

arde una mirada de espuma que quiebra todas las voces.

Yace ahora la hiedra en una caricia oscura

sobre la pendiente de tus muslos dormidos.

Sé que despertarán en un batir furioso…

Un día me absorberá su movimiento de fuego, densa promesa:

Nada frena el eco de tu olor corriendo hacia mis venas.


II


Cuando se consuma la vela a medianoche

tu aroma se deslizará entre mis dedos

y me quedaré en ti.

Me aferraré a la tabla de tu vientre desnudo

hasta la mañana siguiente,

la del naufragio

a tientas por tu rostro

para descubrir que las algas de tus sueños

siguen enredadas en mis miembros de mármol.


III

Mañana no es hoy.

Ayer es un juego de espejos y promesas,

y es tu nombre la tinta de sus letras en mi historia.

Si busco el tiempo abandonado entre los pliegues de las sábanas,

sólo encuentro pequeños caminos de espuma desdibujados.

Un sendero negro de ceniza nueva, sedienta

nacido para marcar el tiempo que se debate ante mis pies de papel.


IV

He encontrado el sendero

que lleva a tus labios desnudos

en las líneas de unas manos que dicen ser mías.

Las creo

porque arden entre mis miedos de arcilla,

inventadas formas convexas en piel raída,

y cantas en mi pecho un mañana

que sabe a cuentos nocturnos y fábulas de almohada.


V

Más tarde vendrá el valor.

Acudirá fiel a la llamada de tus manos.

Ya se habrá fundido entonces en el alba su voz de metal.

Siempre contra la corriente de una historia caprichosa,

saltando las páginas de dos en dos para no escurrirte con la sangre de tus sueños.

Un día escucharás la humedad de mis letras en tu oído:

Nunca mires hacia atrás cuando llegue la espuma.


Alonso Riestra (alonsoriestra.wordpress.com)

martes, 3 de diciembre de 2013

Presentación del poemario 'Cartas de sal'

Me siento feliz de poder invitaros a la presentación de mi nuevo poemario. Será un encuentro especial y literario donde se desgranarán algunos de los poemas que forman el libro, varios de ellos incluidos también en este punto de encuentro digital. Os espero allí con versos y abrazos...



miércoles, 4 de septiembre de 2013

Laberinto de sal

Cómo decirte
que tras tu mirada
sólo queda ceniza.


Ya no sé cómo escribirte,
olvidé escribirme.
Ahora tu voz se enreda con la tinta de mis plumas,
diluye los versos
en un latido salvaje.
Una canción desconocida
que puntea la madrugada de mi piel
en un idioma de quimeras dormidas.


A veces,
creo que tus pupilas
serán las que me cuelguen,
en un grito acallado por la almohada,
que amenaza con romperme el pecho.
Desde dentro,
siento tu voz recorrerme las venas
mientras la tinta sangra de mis manos abiertas,
sin forma,
en una mancha sin límite posible ni sentido.


Cómo decirte…
Un laberinto de palabras saladas
arde contra tu cuerpo caliente,
se derriten
y no me forman.
Me ahogo
entre tus manos de cristal labrado.


A veces,
creo que tus pupilas ya estaban
en la materia de mis sueños.

Verónica del Hoyo Colino

martes, 4 de junio de 2013

Puntos cardinales



El tiempo nace en tus labios
y se abre en canal entre tus senos.
Hacia adentro,
muy adentro,
bajo tres capas de piel y mil miedos,
que sobrevuelan nuestro reflejo
en un susurro húmedo,
                        pegajoso.

El espacio se funde en los pliegues de tu cuerpo,
en un camino tibio
                        sólo insinuado al tacto,
palpado con las manos sedientas,
agarrotadas de promesas.

Mis pasos se arrugan cuando te giras;
se quiebran todas las esquinas
en un laberinto sin murallas,
sin diques de papel desechable;
porque cuando te giras
te los llevas todos,
todos los puntos cardinales
de mis sueños. 


miércoles, 8 de mayo de 2013

La sencillez de tu piel

Qué sencillas tus manos,
tus dientes que escapan a mis labios.
Qué sencilla tú en mí,
tu voz en mi nuca,
tu pasado en mi frente.
Qué sencilla tu respiración en mi garganta,
tu duda en mi pecho.
Qué difícil mirarte de frente,
proyectarte en un pensamiento,
ahogado,
aterido contra las cuerdas del tiempo ausente.
Qué difícil no esperarte,
de espaldas,
con la seguridad mal ceñida al busto.
Más difícil esperarte,
con una sonrisa silente,
y las pupilas mal atadas.
Está tan oscuro aquí dentro,
que me deslumbra la sencillez de tu piel,
hipocampo perdido en la orilla del deseo. 


Verónica del Hoyo - El delirio de Betsabé
Verónica del Hoyo - El delirio de Betsabé

lunes, 22 de abril de 2013

Prólogo de 'Guardianes del Olvido'



No todas las historias comienzan a la luz del día, ni tampoco se presentan ante la razón. Algunas transgreden las normas de la realidad, de la lógica y a veces, incluso, las de lo sobrenatural. Ésta es mi historia. Si no crees en cuentos de hadas, o si te asustan las pesadillas que te despiertan a medianoche con un sobresalto en el corazón, quizás no debas continuar.
Todo comenzó aquella noche, las ventanas estaban cerradas, fuera, el viento rugía ferozmente con un sonido sordo que golpeaba los cristales. En su superficie empañada, se dibujaban pinturas de guerra con el vaho que provocaba el cálido interior de la habitación. Su única intención era defender mi guarida, no muy personal por cierto. La habitación rezumaba esa frialdad que todo hotel superior a dos estrellas posee, muy espaciosa para que cupiera dentro todo el vacío de las almas que, perdidas, daban a parar allí.
Esa noche soñaba con una mano cálida que tocaba mi cara, un miembro con vida propia y con el tacto de una pluma de nácar, se acercaba a mi oído y me susurraba.
“¿Es esto de verdad lo que quieres?”
Rozaba mi cuello y comenzaba a bajar más a través de mis clavículas. En su descanso, me clavó un anillo, cuadrado, oscuro hasta que un fluido rojizo me erizó la piel. Sentí miedo.
“Espera, quién eres, qué quieres”
Algo sumergido en la oscuridad parecía negar con la cabeza, todo estaba tan absolutamente oscuro que comencé a ver formas espectrales dentro del mar azabache.
“Te equivocas de pregunta, lo que de verdad deseas saber es lo que tú realmente quieres”
Mis ojos arrojaron una inescrutable mirada de terror. No me gustaba aquél personaje, le tenía miedo, quizás fuera su mano, no, era su voz, su voz chirriante y arrastrada que parecía querer rasgarme alguna verdad a cuchillo.
“No me mires así” , me gritó, “¿qué te pasa? ¿Te doy miedo? ¿Te tienes miedo?”
Una luz estalló en su rostro y rebotó contra el mío, entre una estentórea carcajada. Esa luminosidad instantánea me hizo comprender la situación, había estado hablando todo el rato ante un espejo morado y rayado que me devolvía mi reflejo. Mi otro yo comenzó a moverse entre destellos de luz mientras yo le miraba paralizada, asustada. Sus manos, esta vez cortantes como cuchillas, comenzaron a acercarse a mí. Con cada destello de luz las veía más y más cerca, hasta que pude notar su frío acero acariciando mi cuello. Vi salir mi propia cabeza de aquel cristal amoratado y, una vez fuera, se acercó a mí y golpeó mi cráneo con un sonido hueco que me despertó de inmediato.
Alguien llamaba a la puerta. No podía abrir los ojos todavía, sentía el miedo metido dentro de mí, poseyéndome como un licor oscuro y corrosivo. Supuse que era la mujer de la limpieza, ¿quién más podía ser? Mi hermano dormía a mi lado y ni siquiera se había percatado del ruido.
-          Estamos dentro – grité desde la cama intentado controlar los latidos de mi pecho.
Un sonido hueco y la puerta se abrió. El enfado comenzó a circular por mis venas, ¿Acaso estaba sorda? – Todavía estamos dentro de la habitación –le espeté y esperé a que me viera y saliera deprisa sin hacer ruido. Pero eso no sucedió, escuché unos pasos húmedos a través de la moqueta, que se detuvieron justo enfrente de mi cama.
-          Se puede saber qué pasa. ¿No ve que estamos durmiendo?
Me giré tan rápidamente como el enfado y la tensión me permitían. Todavía era de noche y estaba oscuro, pero allí estaba, la mujer que limpiaba la habitación con su uniforme, un ser casi humano, mirándome con cara de miedo y resignación. Estaba empapada y no parecía dispuesta a irse tan fácilmente como yo había pensado.
-          Pero qué…
No podía articular ninguna palabra más. Ella pareció entenderme a pesar de no haberme explicado con demasiada soltura. Comenzó a caminar hacia el exterior, con pasos muy cortos, asegurándose de que la seguía. Fuera nos esperaba una cuna de madera que parecía haber sido rescatada del interior de las profundidades de un sucio océano. A pesar de ello la reconocía. Aquella cuna había pertenecido a mi familia, la recuerdo en una antigua casa de verano que vendimos hace algún tiempo. Me acerqué más para ver el interior de aquella llamada del pasado. Un cúmulo de objetos antiguos y perdidos estaban ante mí. Entre ellos una antigua pistola naranja de agua, un muñeco de Mickey Mouse dentro de un coche blanco y un pijama que había pertenecido a mi madre cuando era joven.
Sin poder siquiera respirar, una lágrima fría asomó a mis ojos. Había abierto un cofre de secretos, uno de esos con los que se sueña y que sólo se disfrutan durante los sueños, pero mientras duran sientes una dulce felicidad completa.
-          Rápido, coge algo, lo que quieras.
Su voz sonaba cavernosa y arrastrada, se intuía una antigua dulzura que se había extraviado en el tiempo, tanto como aquellos objetos. No podía pensar ni observar todo lo que había, así que agarré con fuerza el pijama de mi madre. Quizás porque aunque no lo quisiera admitir me atemorizaba que ella también creciera. Aquello me recordaba épocas que sólo formarían ya parte de mis recuerdos. Su mano congelada y húmeda me agarró la muñeca. La miré con una mueca de dolor.
-          Escucha, debes abrazarlo con fuerza, cerrar los ojos y pensar en su propietario firmemente, pero tal cual esté ahora, no en el pasado. ¿De acuerdo?
-          Sí – le respondí asustada – gracias.
-          Vete.
Corrí hacia el interior del cuarto y apreté contra mí el pijama lo más fuerte que pude mientras pensaba en cómo estaría mi madre durmiendo en esos momentos en la habitación de al lado.
No sé cuánto tiempo estuve así. Cuando desperté estaba tendida en la cama cubierta de un espeso sudor frío y el teléfono sonaba sin parar. Un eco chirriante que llenaba toda la habitación hasta que mi hermano lo descolgó por fin.
-          ¿Sí?...está bien… Marina levántate, el desayuno del hotel termina en media hora.
Me incorporé en la cama, no sin esfuerzo, miré mis manos y no había ni rastro del pijama, todo había sido un sueño, y lo cierto es que no sabía si alegrarme o entristecerme. Apoyé los pies en las zapatillas y al mirar al suelo vi algo rosa que asomaba bajo la cama. Lo cogí y tiré de ello. El corazón me dio un vuelco. Allí estaba, entre mis manos, el pantalón del pijama de mi madre. 


jueves, 18 de abril de 2013

Vida



Saboreo el tiempo a través de tus labios,
a través de tu piel,
ámbar blanco cristalino.

Palpo la vida en tu contorno,
raído,
desdibujado cuando miro hacia atrás.

La vida es un juego de sudor y espejos,
un grito por vivir en el abismo,
momentos que se olvidan a sí mismos. 


Verónica del Hoyo

miércoles, 3 de abril de 2013

Viento



El aire corta las persianas de la noche,
las agita en un batir furioso,
desesperado,
que erosiona las pupilas del alba.

Durante las noches de mi otoño,
he visto pájaros ciegos surcar los cristales
de las ventanas que oculto al viento,
y una figura triste,
sombra pausada,
que se despide cada puesta de sol
con lágrimas resbalando de los puños cerrados.

Todo empieza al anochecer.
Siento susurros de papel
escapando de las comisuras cerradas de mis labios
(si es que aún me pertenecen).
La boca clausurada por un escalofrío de soledad,
si hay un cuerpo a mi lado
despojo de convenciones que se funden en las sábanas
si olvido su nombre,
la oscuridad me devuelve sus aristas sangrantes.

Cuerpo estático, cuerpo roto
que gime en un silencio incómodo:
“No admito sueños
Ni vagabundas esperanzas de deseos prohibidos
No admito tu canto, ni ríos que emanen de tu risa vibrante.
sólo quiero el calor de tu cuerpo en mi crepúsculo
y tu mirada-espejo para creerte mía”.

Las noches se sueñan a sí mismas
en una sucesión de horas que devoran pequeños niños de madera,
de sueños que suenan a hueco.
Me sueño a mí misma en un espejo caduco,
rajado por una fecha en la esquina superior del párpado.
Sueño que soy un muñeco de madera
que cubre las expectativas de los títeres,
sueño soledad en mi reflejo.

Viento que ata al tiempo.
Aire que encadena al cuerpo.

 
Paul Delvaux