La
rabia es como la sangre,
resbala
entre las manos abiertas
los puños cerrados,
y
mancha las banderas que se alzan contra el asfalto.
A
veces me despierta la marea que pasa bajo mi cama,
su
olor a miedo y sueños podridos
no
me deja dormir.
No
tiene espuma ni olas, pero sí sal en las fauces
en
el contorno de mandíbulas desencajadas arañando un grito
que
nadie escucha,
porque
su eco se pierde en periódicos caducos y pantallas de incienso.
Sólo
golpeado,
robado.
Me
duele la sangre de mi marea muda,
y
dejo palabras a la deriva en sus aguas rojizas,
porque
algún día
su
voz se hará verso asonante
en
los rincones de España.