Escuché
Su risa en el fondo del armario
y
los recuerdos abrieron la puerta allanando mis quejas.
Allí
sólo encontré tu mirada jugando con el tiempo,
entre
jirones de lágrimas desnudas que fingían ser sonrisas.
Te
abrazaste a mí y besaste el rubor de mi miedo.
Agarré
con fuerza tu cuerpo contenido,
para
no hallar en tu mirada el reflejo de mi impotencia,
el
olor de tu silencio.
Sólo
me abrazaba a una promesa equivocada,
mentira
travestida entre verdades temerosas.
Intenté
arrancar los jirones de tu abrazo de mi piel,
pero
sólo Su risa surcaba mi cuerpo,
mientras
el armario, de nuevo, vestía lágrimas para limpiar tu ausencia.