Ocurre que a veces,
cuando sobrevuelo los lagos de las tierras en las que nací,
reconozco en mi reflejo emplumado
la comisura de tu silueta.
Y siento tus alas de marfil en torno a mis hombros,
en un abrazo con sabor a galletas de mantequilla.
Cuando miro atrás,
es tu sonrisa la que entona viejos cuentos
esos que iluminaron mi mesilla
las noches en las que el sudor me pegaba las plumas.
Cuando miro al frente,
son tus manos las que escriben en los recodos de mi mirada...
A caso no sabes,
que cuando vuelo lejos,
siempre siento la sombra de tus alas sobre la espalda.
martes, 25 de diciembre de 2012
domingo, 23 de diciembre de 2012
Érase una vez...
Érase una vez una pequeña estrella,
que viajó hasta la funda de tu almohada
para introducirse en los mundos oníricos
que se lleva el viento de tus párpados cada mañana.
Llegó a su destino una noche cualquiera
otra más de pesadillas sangrantes
de las que dejan en las sábanas el perfil húmedo de los
sueños olvidados.
Se introdujo por tu respiración agitada
y puso su luz al servicio de tu sonrisa
con los vértices unidos en un cuenco improvisado
para recolectar los recuerdos que goteaban de tu mandíbula
apretada.
En sus ojos,
cráteres de lava encendida en mil caricias,
brillaba tenue un deseo
que ardía en un susurro sobre tu
pecho dormido,
se volcaba en
tus labios con sabor a relojes rotos, fragmentados,
y en silenciosas
tartas de queso temerosas de desvelar su secreto:
Que ganasen siempre tus dientes,
adalides de esperanzas
blancas.
Que tu hoyuelo atrapase las sombras
que te sumían en inciertos vasos de agua sin escaleras.
O que las cosquillas, te hiciesen volver siempre a ella.
Por el cielo de tu almohada, ha pasado un sueño fugaz…
En silencio, pide un deseo cuando su contorno se funda con
la noche.
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Sleeping Woman - Anuraag Fulay |
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