Tu presencia despertó latidos ya olvidados
en la hora del ocaso…
cuando se corrompen los sueños que no se alcanzaron.
Pero un día, como tantas veces,
llegó tu ausencia,
con su olor salino,
y su perfil húmedo, que aún me raspa la garganta por las noches.
Si es que ya no amanece…
porque tu ausencia me desnuda la mirada en la oscuridad
y su voz, semejante a la tuya, se refleja en el espejo del pasado
donde historias paralelas que nunca cantaron me susurran sus secretos…
Y quizás, con el latido postrero, te confiese que estás entre ellos.