El
tiempo nace en tus labios
y
se abre en canal entre tus senos.
Hacia
adentro,
muy
adentro,
bajo
tres capas de piel y mil miedos,
que
sobrevuelan nuestro reflejo
en
un susurro húmedo,
pegajoso.
El
espacio se funde en los pliegues de tu cuerpo,
en
un camino tibio
sólo insinuado al tacto,
palpado
con las manos sedientas,
agarrotadas
de promesas.
Mis
pasos se arrugan cuando te giras;
se
quiebran todas las esquinas
en
un laberinto sin murallas,
sin
diques de papel desechable;
porque
cuando te giras
te
los llevas todos,
todos
los puntos cardinales
de
mis sueños.